Mitología a la vuelta de la manzana
En una buena tarde, tres dioses del panteón nórdico decidieron irse de excursión a contemplar los hermosos campos de a saber qué mundo de los nueve que sostiene el árbol Yggdrasil.
Odín, «Padre de todos» que le llamaban, el cabecilla de la pandilla de dioses escandinavos, el tuerto, el viejales… Se le conocía por muchos nombres; Loki, el maleante, el liante, el rufián, el que siempre es el cabeza de turco… Este último mote, muchas veces se lo ganaba; y Hœnir, el poeta… Y poco más, suele aparecer de acompañante en historias más interesantes que él, como aquella en la que es escogido como intercambio para traer la paz entre Aesir y Vanir… Una movida, vaya.
Durante su caminata, se encontraron unas cuantas vacas que, decidieron, serían su cena, ya que, supongo, se habían dejado el bocadillo en casa. Una vez sacaron la parrilla, se dieron cuenta de que la carne no se hacía por mucho tiempo que estuviera en el fuego. A lo que un águila parlante que observaba con sospechosa atención sus intentos de cocinar una buena cena les dijo que, si le daban un trozo de carne, dejaría de lanzar el conjuro que impedía que esta se hiciera.
Esto a Loki no le hizo ninguna gracia, por lo que intentó golpear al águila con un palo. Una lástima para el dios que este águila resultase ser el jotun Thjazi (Þjazi), quien agarró el palo y comenzó a ascender con Loki aún aferrado a él. Para no acabar destartalado en el suelo, hizo un trato con Thjazi, por el cual, Loki debería facilitarle al jotun el rapto de Iðunn.
Iðunn es la guardiana de las manzanas doradas que tomaban los dioses para rejuvenecer, a lo que podríais añadir: «Si los dioses necesitan rejuvenecer, es porque envejecen y, si envejecen, es porque pueden morir». La única respuesta ante tal deducción es «Sí a todo».
Loki se las apañó para engañar a Iðunn y hacer que saliera de Asgard, para que Thjazi pudiera llevársela volando desde el bosque donde se encontraban hasta su casa en el escabroso Jotunheim.
Evidentemente, esta jugada no salió muy bien para los dioses, quienes comenzaron a preguntarse dónde estaba Iðunn y sus manzanas cuando sus rodillas empezaban a doler, necesitaban gafas de cerca o una dentadura postiza, no escuchaban bien y otros achaques de persona envejecida. Ni siquiera su marido se percató antes de su ausencia. Unos interesados, vaya.
Con toda la amabilidad que una amenaza de muerte puede ofrecer, el resto de dioses de Asgard le pidieron a Loki que solucionara el lío en el que los había metido, ya que le pillaron bastante rápido, tras percatarse de la ausencia de Iðunn.
Loki voló en forma de halcón hacia el hogar de Thjazi, donde rescató a Iðunn transportándola como una nuez –no hay metáfora, realmente la transforma en nuez–. El secuestrador les persigue hasta Asgard, lo que no se esperaba es que el resto de dioses le estuvieran esperando con una buena fogata encendida donde ardería al pasar.
Más tarde llegará la hija de Thjazi a vengar la muerte de su padre, a lo que los Aesir responderán con una serie de hilarantes pruebas y compensaciones… por llamarlas de alguna manera, pero eso es historia para otro momento.
Desplazándonos unos kilómetros al sur de Europa, nos encontramos a otro panteón de dioses dispuestos a celebrar una gran boda. Todos habían sido invitados, todos, excepto Eris, diosa de la discordia. Creo que su nombre y título deja claro por qué no se la invitó… o tal vez todo fuera un plan de Zeus como dios del destino, quién sabe.
Airada, Eris llegó a la boda con una reluciente manzana dorada, dispuesta a darle el fruto a la diosa más bella. Las pretendientes serían Atenea –a quien considero bastante inteligente como para pelearse por ser la más guapa, pero bueno–, Afrodita y Hera. Como Zeus no se decidía, por el motivo que fuera, mandó a un mortal a elegir por él, por el motivo que fuera. Este fue Paris, a quien las diosas le ofrecieron diferentes recompensas si las elegían –lo que a día de hoy bien conocemos como soborno–: Atenea le ofreció victoria en la guerra, Hera ser el rey de todos los hombres y Afrodita el amor de la mujer más hermosa, Helena de Esparta, hija de Zeus, en este caso.
Paris escogió el amor de Helena, quien tenía que ser realmente bella para que un hombre felizmente casado y con un hijo como lo era Paris la eligiera a ella antes que a la victoria o el poder cuando incluso su esposa, quien era una ninfa que poseía el don de la profecía, le advertía de que era mala idea, ya que ir a raptar a una mujer, por mucho que la misma Afrodita te haya dado luz verde, no suele sentar bien a sus familiares. Y eso sin mencionar que Paris vivía con la profecía de que la ciudad de Troya ardería por su culpa y que, seguramente, Casandra, su hermana, quien tenía el don de la profecía pero la maldición de que nadie la creería, habría previsto lo que ocurriría con Troya y no le haría ninguna gracia.
¿Decidió bien Paris? Pues seguramente no, por muchos motivos, entre ellos el hecho de que la elección del matrimonio no solía ser la del héroe para los antiguos griegos, dejando claro que Paris no es uno, ni mucho menos… Otro de los motivos sería que, con la tontería, comenzó la Guerra de Troya por su culpa. Minucias.
Si nos desplazamos, no en espacio, sino en tiempo, unos cuantos añitos atrás, por ejemplo a la época en la que todavía no había nada, a un estereotipado Dios de barbas blancas se le ocurrió que, tal vez, comprar una bombilla no vendría mal, por lo que decidió así, que se hiciera la luz. Se conoce que esa semana, Dios se encontraba con energías y, ya que se había puesto a crear cosas, lo creó todo: la tierra, los astros, los animales y al hombre… A uno, sólo a un hombre, Adán, a quien lo puso a vivir en el maravilloso jardín del Edén junto a los animales, a los cuales nombró.
Parece ser que a Adán no le parecía suficiente con la compañía de los animales, por lo que Dios creó a la mujer, Eva, a través de una costilla de Adán. No obstante, dicen las malas lenguas, que una serpiente habló un día con Eva, incitándola a comer del árbol del que Él les había prohibido comer.
En ningún momento se menciona que este árbol sea un manzano; por otro lado, los pintores que lo representan a lo largo de la historia parecen realmente convencidos de que lo fue, puede que alguno lo pintara como un manzano y el resto de pintores le copiaron la idea por no quedar como unos palurdos si resultaba serlo. A día de hoy les hemos seguido el juego y en todas nuestras representaciones vemos la manzana como el fruto prohibido, aunque ha crecido en popularidad la versión que dice que todo se debe a un error de traducción, pues este árbol es llamado «el árbol del conocimiento del bien y del mal», cuya última palabra del nombre se podría traducir como malum, lo que es realmente fácil de confundir con ‘manzana’, mālum.
Volviendo al tema: Eva es convencida por la serpiente para comer del árbol y le da un fruto –sea cual sea– a Adán, lo cual les hace inteligentes. Lo que tiene comer del árbol del conocimiento. De lo primero que se percatan es de que ambos están desnudos; de lo segundo, es de que Dios se acerca, por lo que se esconden, lo que no sirve de mucho porque Él les llama y acuden a la llamada diciendo que se avergonzaban por estar desnudos. Este intento de excusa lo único que consigue es que el Señor deduzca que, si saben que están desnudos, es porque han comido del árbol, lo que hace que se enfade tanto que expulse a los humanos del Edén, pone a dos serafines en la puerta con una espada de fuego, como si fuesen los agentes de seguridad de una discoteca, para que no vuelvan a entrar. Pone a Adán a trabajar y a Eva a dar a luz con dolor. No contento con todo esto, también destaca que Adán estará por encima de ella, por lo que de un plumazo y por culpa de la dichosa manzanita –o lo que fuere–, Dios deja a la humanidad con todos los males del mundo, incluido el machismo, como si acabara de abrir la caja de Pandora. ¡Qué cosas!
Es posible que, en las creencias mitológicas europeas, la manzana se concibiese como un símbolo de prosperidad, fuerza y crecimiento por sus propiedades naturales y de aquí surgiera la idea de la manzana como el fruto de la eterna juventud, la inmortalidad, la belleza o el conocimiento en la mitología cristiana y judía –aunque en la Biblia no se especifique que el árbol del conocimiento del bien y del mal fuera un manzano, como ya he dicho con anterioridad. No al menos en mi Biblia traducida al castellano–.
Sin duda, esto es un elemento cultural, pues es una idea que vemos en la mitología griega, en la nórdica –y germana, por consiguiente– y, según he escuchado en alguna fuente, en alguna creencia mitológica americana, lo cual me resulta realmente extraño, teniendo en cuenta que la manzana llega a América en el siglo XVI, aproximadamente.
Para reforzar la idea del fruto como un concepto cultural, podemos dar el ejemplo de China con el melocotón. Al igual que la manzana es originaria del oeste de Asia y se expande por Europa rápidamente hace ya unos cuantos milenios, el melocotón es originario de China y se entiende como un símbolo de fuerza y poder. Tanto que el Emperador de Jade –una de las deidades más importantes del panteón taoísta– quiso hacer eternos al resto de sus compañeros dioses realizando un grandioso banquete de melocotones. Incluso es de suma importancia este fruto en obras tan clásicas como Viaje al Oeste, que no es una obra mitológica, es una novela, pero me parecía conveniente mencionarlo.
En algunas tradiciones americanas, se habla de una mujer de maíz, que alimenta a una población falta de comida gracias al dicho maíz; no obstante, el pueblo descubre que la manera en la que esta mujer genera el maíz es asquerosa –echadle imaginación– y la destierran, dejándole ella a su marido semillas de maíz e instrucciones para su cultivo.
En fin, creo que se entiende la idea de la importancia de la fruta y la verdura en la mitología. Comencé escribiendo este texto con la idea de averiguar por qué las mitologías recurren tanto a la manzana y la importancia de esta, pero con lo que me he acabado encontrando ha sido con golpetazo de realidad, gracias al cual me he podido percatar de la visión de túnel mitológica que estaba sufriendo. Quiero decir que, en realidad, la manzana se menciona en la mitología nórdica/germana y griega y ni siquiera es la única fruta que se menciona; quizá la más importante, sí, pero no la única fruta con importancia.
Al centrarme en estas dos grandes creencias, estaba obviando que, en el resto de mitologías –o las que yo he visto, al menos– se mencionan los frutos más típicos de la zona, como cabría esperar. Estaba obviando toda una serie de culturas que ni se les ocurre comer manzanas, sean verdes, rojas o doradas.