Mitología
a la vuelta de la esquina
Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus, Saturno (Sabbatum), Sol (Dominicus)… ¿O tal vez?…
Luna (otra vez), Tyr, Wotan (más conocido como Odín), Thor, Frigg, Saturno y Sol (de nuevo, sí).
¿Qué es todo esto? ¿A qué nos recuerda?
Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo. Los días de la semana, el hoy, el ayer y el mañana inspirados por los dioses en los que creían los antiguos por toda Europa.
La mitología y la religión conviven con nosotros -o nosotros con ellas-, no sólo en la manera más clásica de contarnos unos a otros mitos y aventuras de dioses y héroes de la edad anterior a la Edad de Hierro (la Edad de los Héroes, como la llamaban), en la que los primeros escritores griegos creían vivir, sino que se encuentran en los lugares más insospechados, escondiéndose a plena vista: en el cine, los libros, los videojuegos, la música, nuestra propia forma de hablar…
Hemos introducido estas historias en nuestro imaginario colectivo de una manera tan natural que ni nos las planteamos. Podemos ver la influencia de los antiguos mitos por todas partes: Quien más o quien menos habrá oído hablar de Frankenstein, también llamado El moderno Prometeo en su momento (Prometeo, ya sabéis, el titán que le devuelve el fuego a la humanidad y es castigado por Zeus, quien hace que un águila devore su hígado cada vez que se regenere mientras está encadenado a una roca); el mito donde los dioses vivían en un gran monte sobre una gigantesca tortuga con cuatro elefantes sobre su caparazón… Ah, no, disculpad, eso es la saga de novelas de Mundodisco (1983), de Terry Pratchett; ¿y aquella historia sobre dos enamorados cuyo matrimonio fue prohibido por el odio mutuo que sentían sus familias? ¿Cómo se llamaban? ¿Romeo y Julieta o Píramo y Tisbe?; cuando llamamos a alguien narcisista, estamos haciendo referencia, sin pensarlo, al mito de Narciso, quien cayó enamorado de su reflejo en la mitología griega; el síndrome de Edipo está también basado en el mito del mismo Edipo, este chaval tan majo que mata a su padre y se casa con su madre por no conocerlos, ya que el destino así lo dictaba; ser un adonis significa poseer gran belleza, como Adonis en la mitología griega, amante de la hermosísima Afrodita o Venus para los romanos; la misma «Venus latina» que le da extremaunción a Joaquín Sabina en su canción Lo niego todo; ¿o qué os parece aquel mito de los antiguos pueblos del norte donde el pato primordial ponía el huevo del que nacería el universo?… Bueno, no creo que muchos autores se hayan inspirado en ese mito concreto; la famosa franquicia de cine y cómics entre otros que se inspira en la mitología nórdica para crear al que, personalmente, me gusta llamar Thor mal; aquel hombre calvo y fornido de tez blanca nieve de cuyo nombre no quiero acordarme que le da matarile a todo el Olimpo en un videojuego (God of War)… ¿Se entiende por donde voy o hacen falta más ejemplos?
La mitología jamás ha llegado a abandonarnos, tan solo se ha ramificado: la que hemos continuado llamando mitología se ha mantenido en las artes y en el boca a boca y, por tanto, permanecerá con nosotros mientras estemos henchidos de emoción e inspiración; por otro lado, a la que millones y millones de personas siguen creyendo y dando sus vidas por ella, la hemos llamado religión: cristianismo, judaísmo, budismo, taoísmo y otras palabras terminadas en ismo; además de otras religiones más recientes como la wicca, basada en la brujería, lo que evidencia que no solo recurrimos a las creencias de antaño, sino que creamos nuevas con las que sentirnos unidos y cómodos.
Siguiendo el ejemplo de una buena profesora que tuve, zanjaré este escrito regalándoos una cita -o cuatros versos, en este caso- que creo adecuados para estas líneas de texto:
«Hicieron del castillo
un bodrio de urbanización,
aquel edén sencillo
se llama ahora Nueva York».
Los cuentos que yo cuento, Joaquín Sabina.